Lo que comenzó como un raid “preventivo” israelí contra las instalaciones nucleares iraníes se ha convertido en la mayor escalada directa entre ambos países. Israel lanzó la Operación “León Ascendente” con 200 cazas que golpearon Natanz, Isfahán y centros militares en Teherán. Murieron al menos diez altos mandos de la Guardia Revolucionaria, incluidos el jefe de Inteligencia y su adjunto.
Teherán respondió con la “Promesa Verdadera III”: 150 misiles balísticos y 100 drones que explotaron sobre Tel Aviv, Haifa y Beerseba. Diez civiles israelíes murieron; más de 140 quedaron heridos. Las defensas Cúpula de Hierro y Patriot interceptaron cerca del 85 % de la salva, pero una refinería en Haifa ardió durante horas.
Las causas profundas
- Netanyahu en apuros: tres procesos por cohecho y fraude, protestas semanales y un socio ultraderechista que le exige mano de hierro.
- Irán al borde del colapso salarial: inflación del 45 %, huelgas de funcionarios y protestas juveniles sofocadas a golpes.
- Vacío de mediación: tras romper el acuerdo nuclear en 2018, Washington carece de credibilidad y la UE no tiene músculo militar para imponer alto el fuego.
Daños colaterales planetarios
- 107 $/barril: el Brent tocó pico tras los ataques a la mayor refinería de gas iraní.
- Riesgo de cierre del Estrecho de Ormuz: 22 % del crudo mundial virtualmente rehén de la artillería iraní.
- Caída de la bolsa israelí: –8 % en dos sesiones; S&P estudia rebajar rating a BBB-.
- Mercados de alimentos: Egipto y Jordania temen que el trigo ruso se encarezca por los seguros marítimos, encendiendo la mecha social.
Qué puede frenar la espiral
- Alto el fuego monitorizado por ONU, UE, Estados Unidos y Rusia; la diplomacia de Trump debe pasar del tuit a la mesa.
- Desmilitarización parcial de Natanz a cambio de alivio humanitario inmediato: medicinas y alimentos.
- Embargo de armas ofensivas: drones kamikaze incluidos, contra cualquiera que viole la tregua.
- Conferencia de seguridad regional inspirada en los Acuerdos de Helsinki: asiento para Irán, Israel y monarquías del Golfo.
Editorial
Mientras los gobiernos apelan al patriotismo y al terror, quienes mueren son trabajadores de Isfahán y conductores de autobús en Tel Aviv que se refugian bajo tierra. La izquierda internacional debe levantar una diplomacia de los pueblos –sindicatos, movimientos feministas, redes de derechos humanos– que presione por la paz. No es idealismo: es la única vía para contener un conflicto que ya encarece el pan en El Cairo y la factura de la calefacción en Barcelona.